Autocontrol y disciplina

Autocontrol

El autocontrol y la disciplina son sin duda, dos de las herramientas más poderosas con las que contamos si esperamos alcanzar alguna meta en la vida por pequeña o insignificante que ésta pudiera parecer. No obstante, no son fáciles de llevar a cabo.

Puedo decir que he podido experimentar el resultado del éxito como consecuencia de su aplicación en numerosas ocasiones, aunque también tengo que reconocer que he fracasado en bastantes otras en la puesta en práctica de las mismas, y a buen seguro, que cada uno podrá aportar su propia experiencia personal a este respecto.

Las aplicaciones en el terreno de lo práctico de estas dos herramientas son innumerables en nuestra forma de vida, abarcando desde el ámbito puramente físico hasta el moral y espiritual. Además, el aplicarlas a aquellos deseos en los cuales no hay principio moral alguno en juego, pueden servirnos de ayuda, entrenamiento y preparación para aquellos casos en los que sí están comprometidos estos principios, poniendo como ejemplo cuando nos enfrentamos a la tentación de cometer algún pecado.

Sabemos que todo tipo de pecado es una forma de desobediencia y que inevitablemente, todo pecado conlleva sus propias consecuencias. Evitarlo, mediante el autocontrol o la disciplina nos evitaría de un lado, afrontar esas consecuencias, además de no tener que lamentarnos después, del hecho de esa desobediencia en sí misma.

Es a ese tipo de disciplina al que Pablo se refería cuando usó el término “dueño de sí mismo” en su lista de calificaciones para el liderazgo en la iglesia (Tito: 1:8). Necesitamos ese recordatorio hoy. El enemigo tratará de hacernos creer que se puede vivir de forma relativamente relajada en cuanto al pecado, pudiendo detener esa actitud cuando queramos, pero es un error al no considerar el poder adictivo del pecado.

Proverbios 25:28 nos dice que, si carecemos de autocontrol, estaremos tan indefensos como una ciudad con muros destartalados. La autodisciplina constante fortalecerá nuestro sistema de defensa espiritual contra las fuerzas del mal.

Cuando nos disciplinamos para mantener nuestros deseos ordinarios bajo control, practicamos un hábito de vida que agrada a Dios, y hacemos realidad las palabras de Pablo en Romanos 6:18 “y habiendo sido liberados del pecado, os habéis hecho siervos de justicia”. Pero si en las cosas cotidianas a las que podemos aplicar estos dos principios basta con nuestra determinación y empeño, en el área espiritual, además, deberemos de ceder el control de nuestras vidas a Cristo. Solo con Él, se puede asegurar el éxito en esta tarea.

Por último, os dejo un versículo para vuestra reflexión, ya que, nada es fácil como decía al principio. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. (Hebreos 12:11).

Pedro Arévalo