….Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros pastores y maestros, 12 a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo… (Efesios 4:11-12). Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros. (Hebreos 13:17).
Ala luz de estos textos, me pareció oportuno reflexionar acerca del ministerio pastoral y el alcance o funciones que tiene. En definitiva, intentar aportar algo de luz sobre la pregunta que muchos se hacen, ¿para qué están un Pastor y/o un Anciano? Creo que en este sentido, existen dos cuestiones que a estas alturas tienen que ser puestas bajo reflexión, ya que dan lugar a
buena parte de la confusión que podemos sufrir en las iglesias.
El lugar del ministerio pastoral en la Iglesia. Si el ministerio pastoral, remunerado o no, se asimila a la condición de empleado de la iglesia, será imposible que dicha tarea se desarrolle eficazmente. Más allá de costumbres y tradiciones, convendría que analizáramos sin pre-juicios, a la luz de la Palabra de Dios, qué es un don espiritual, qué un ministerio, en qué consiste concretamente el ministerio pastoral llevado a cabo por pastores y ancianos, y cómo se desarrolla en el seno de la iglesia.
Aunque en unas líneas resulta imposible fijar este asunto, sí se deben apuntar algunos principios básicos:
– Es necesario enfatizar el concepto de pastor / anciano como servidor y no como dominador o dictador. Todos conocemos los excesos de un congregacionalismo al límite, donde quien más grita más razón parece tener; todos sufrimos en ocasiones el bloqueo que unos pocos pueden producir sobre la marcha de la iglesia; pero la sustitución del gobierno congregacional por el gobierno único de uno, o de unos pocos, tampoco es ninguna solución.
– Confundir el gobierno congregacional con mero igualitarismo es ignorar la enseñanza bíblica. El ministerio pastoral tiene una responsabilidad específica de parte de Dios y tiene también un lugar destacado en la dirección de la iglesia; negar tal cosa es simplemente cerrar los ojos a la Escritura. A luz del Evangelio entiendo que el pastor y los ancianos no pueden ser dominadores sino siervos; siervos ciertamente, pero no “empleados”, maniatados, sin capacidad de acción ni de iniciativa ministerial, despojados de la confianza que su propio ministerio demanda de parte de la iglesia. Entre esos dos extremos debemos hallar el equilibrio al que Cristo, único Señor de la Iglesia, nos llama.
El concepto que la Iglesia tiene de sí misma. También en este asunto se hace necesaria una profunda reflexión en la enseñanza del Nuevo Testamento, porque en sus páginas la iglesia se define, no como un fin en sí misma, sino como un medio, una herramienta que solo cobra sentido si se orienta a la tarea para la que fue concebida por Dios. La iglesia es comunidad, encarnación de los valores del Reino, pero es sobre todo una agencia misionera, el instrumento establecido por Dios para proclamar de palabra y obra el Evangelio.
En una sociedad acomodada como la nuestra es fácil deslizarse en nuestra comprensión de las cosas hasta reducir la iglesia exclusivamente a un hogar, un cálido refugio; y es fácil entonces entender los ministerios de la iglesia, y el pastoral especialmente, como medios para la propia gratificación. Pero la iglesia es presentada en la voluntad de Dios como iglesia militante, activa, dinámica, emprendedora, osada, útil a su Señor en el anuncio de las Buenas Nuevas, generación tras generación, en las formas concretas que Dios señale en cada momento. La iglesia es comunidad de creyentes, sí; pero es fundamental que el disfrute de lo que la iglesia es (comunidad) no lleve a sus miembros al descuido de lo que la iglesia debe hacer (misión).
El ministerio pastoral no parece ser hoy un ministerio envidiado; la escasez de vocaciones así lo pone de manifiesto. La estima del ministerio pastoral y el respeto por los pastores, ancianos y también los diáconos están en crisis en algunos círculos. A tal situación contribuyen sin lugar a dudas las propias faltas de los pastores; pero creo que influye también una visión confusa acerca de las prioridades de la Iglesia y del ministerio pastoral. Si nos dejamos guiar por la Palabra, iluminada por el Espíritu, a buen seguro recuperaremos todos una visión más clara y unánime sobre la razón de ser de la iglesia y, con ella, del lugar que en su seno tiene el ministerio pastoral y los diferentes ministerios.
Que el Señor nos ayude a todos en la tarea de construcción de una iglesia con sentido de misión y el Señor nos haga entender el lugar de cada uno de nosotros en el ministerio. Al Pastor la función principal que le corresponde es la capacitación de los creyentes para que hagamos todos el ministerio que nos toca según los dones dados por el Señor. Por encima de otras cuestiones, como Pastor es la pre-ocupación mayor que tengo por amor a la obra de Dios y amor a cada uno de vosotros. Que Él nos bendiga.
José Gutiérrez