El perdon trae sanidad

La historia de José es una historia de perdón. Un hombre cuyo corazón no fue dominado por el rencor sino por la gracia.  Una historia que apela a perdonar para vivir en bendición.

Génesis 45: 1-15

¿Cuál sería su reacción después de muchos años al ver a un grupo de hermanos que lo menospreciaron y quisieron destruirle porque según ellos usted tenía delirios de grandeza? ¿Estaría dispuesto a perdonar a esos hermanos que te despojaron del regalo más preciado que te dio tu padre, dejándote olvidado y entregándote a otras personas no sabiendo más s ni de ellos y ni de tu propio padre? ¿Los perdonarías? ¿Estarías dispuesto abrazarlos y a decirles que se olviden de lo que ha pasado?

Bueno, ese fue el caso de José. Cuando llegamos al penúltimo mensaje de esta serie, los capítulos finales de esta historia no podían ser mejores. Moisés dedicó alrededor de doce capítulos de este primer libro de la Biblia para hablarnos de esta singular vida. Con razón es una de las historias de las que más se habla, de la que ha escrito tanto, de la que se ha predicado en demasía, de la que se han hecho novelas, series y no sé si hasta Hollywood se atrevería hacer una película de un personaje con semejante pureza, y alguien en quien se encarna la grandeza del perdón. La profecía de José se ha cumplido.

En el encuentro que él tiene con sus hermanos, ya han pasado dos años de las “vacas flacas”. El hambre ha sacado a la gente de otras naciones para que vengan a Egipto. Los hijos de Israel son uno de los tantos que han llegado, pero con la gran diferencia que ellos serán los protagonistas de esta historia, teniendo a José como “padre de Faraón y el señor de la tierra”.

José llega a esta parte después de haber confrontado a sus hermanos, pues ellos eran de dura cerviz. Al principio fue duro con ellos, no porque guardara una raíz de amargura, sino porque todos ellos necesitaban aprender la lección del amor a su hermano y la compasión unos por otros. Con la historia de hoy descubrimos que el perdón es la esencia misma de la vida cristiana. Nadie puede decirse que es un creyente si no ha sido perdonado.

De igual manera, nadie puede vivir la vida cristiana si no está dispuesto a perdonar las ofensas que hieren tanto nuestra vida. Por lo general cuando somos ofendidos asumimos una posición de arrogancia y orgullo. Pensamos que quien nos ha ofendido debe tomar la iniciativa en venir y pedirnos perdón. Pero en la vida cristiana el Señor nos enseño a buscar al ofensor y decirles, como José, “Acercaos ahora a mí”. El que perdona sana dos heridas: la que él mismo lleva, y la del ofensor. Hablemos de esto hoy en la vida de José.

El perdón trae sanidad cuando se abre el corazón delante del ofensor
Sólo con el ofensor

Génesis 45:1. La expresión “no podía contenerse”, nos muestra a un hombre de carne y hueso. Aquí podemos ver como la postura fuerte del magistrado cede ante el brote de los sentimientos cuando un problema familiar es confrontado. El hecho de quedar solo entre el ofendido y el ofensor siempre será la mejor manera de resolver los conflictos y la búsqueda de un perdón real. Esta escena no podía ser más elocuente.

Ahora se enfrentará la miseria con la misericordia. Lo que la ley sentencia frente a la bondad de la gracia. Hasta ahora no sabíamos si José había llorado por tanta decepción e injusticias hechas a su vida. Así que lo primero que surge de aquella única reunión en algún salón del palacio es un lloro inusual. Era obvio, la acumulación de lágrimas de tantos años requería aquel profundo lamento.

El versículo 2 describe el momento, diciendo que José lloraba a “gritos”, como si un gran dolor estuviera aprisionando su alma. Y aquel llanto fue tan fuerte que lo “oyeron los egipcios”. Pero no solo ellos, sino hasta “la casa de Faraón” también lo oyó. Para que se dé un auténtico perdón debe haber quebrantamiento del corazón. Las lágrimas del perdón son sanidad para el corazón.

Acercaos a mí…

Génesis 45:4. Los hermanos de José hasta ahora están confundidos, pues el gran monarca ha pedido que todos los egipcios salgan para quedarse él con aquel grupo de asustados hermanos por la forma previa como él los ha encarado. Y por supuesto que ninguno de ellos podía avizorar la revelación que va a ocurrir en aquel momento y en ese lugar. Ahora aquel monarca se va a quitar la investidura y se va dar a conocer a ellos.

Cuando él dice “acercaos a mí” y revela su identidad, diciendo: “Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto…”, los rostros de todos aquellos hermanos tuvieron que palidecer. Sus voces dejaron de hablar. Las piernas comenzaron a temblar. Sus corazones estaban espantados de temor. Ellos han escuchado muy bien el nombre de “José”, pero no cualquier José; fue el que ellos vendieron a los egipcios.

Sin duda que todos se consideraron hombres muertos. Este texto resume la reacción de aquellos hombres culpables frente a esta sorpresiva revelación: “Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él”. Así opera la culpa en el ofensor. Pero así opera el perdón en el ofendido: “no os entristezcáis…”. El perdón produce ánimo en el ofensor.

El perdón trae sanidad cuando el fin que se busca es la reconciliación
Ni os pese de haberme vendido acá

Génesis 45:5b. La reconciliación se define como aquel acto donde dos viejos amigos resuelven sus diferencias y restauran otra vez su relación, trayéndola a su estado original, como si nunca pasó nada entre ellos. La mejor definición de esta palabra nos la dejó Pablo, quien hablando del mayor exponente de la reconciliación (Jesucristo), nos dijo: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”(2 Cor. 5:18-19).

Muchos años atrás José practicó “la palabra de la reconciliación” cuando no sólo se dio a conocer a sus hermanos, sino que les dijo que no les pesara haberles vendido. La reconciliación es un acto de pura gracia. No toma en cuenta la herida y el dolor que produjo la falta. La reconciliación a través del perdón verdadero es la mejor medicina para ese corazón que guarda rencor y alguna raíz de amargura por tanto tiempo. El abrazo de la reconciliación le dice al ofensor “olvida lo que me hiciste, comencemos otra vez”.

Y ellos se acercaron

Génesis 45:4b. Este es el mundo cumbre y más difícil cuando se busca la reconciliación. Somos muy duros de corazón. No estamos dispuestos a doblegarnos ni a ceder porque siempre creemos que tenemos la razón. Así, pues, el ofendido y el ofensor deben dar los pasos necesarios para que se logre la reconciliación. Cuando José se quitó su vestimenta de monarca y se acercó a sus hermanos, ellos fueron quebrantados.

No tuvieron otra opción sino acercarse también. José nos enseña que hay que quitarse el “vestido” que crea distancia. Muchas veces es el “vestido” del orgullo y la arrogancia que impide acercarse para arreglar aquella situación. En algunos casos tenemos que quitarnos el “vestido” de la posición que tenemos para lograr tal reconciliación.

El perdón trae sanidad auténtica al alma. Con toda esta acción, donde José muestra un espíritu justo y misericordioso, queda demostrado que sus anteriores actos para con ellos, que parecían rudos y calculados, tenían el propósito guiar hacia una reconciliación total, donde el perdón sería completo y amplio. El perdón ofrece olvido al pasado, alivio en el presente y esperanza para el futuro. Trae sanidad cuando a través de la reconciliación.

El perdón trae sanidad al ofensor para que la comparta con los demás ofendidos
Daos prisa, id a mi padre y decidle

Génesis 45:9a. Después de la larga reunión de perdón y reconciliación, José da la orden más grande y con la mayor prontitud para ser cumplida: “Daos prisa, id a mi padre y decidle…”. Y, ¿qué le iban ellos a decir? Pues que su hijo, el que se había muerto ahora es hallado.

Cuando los hermanos de José le vendieron a los egipcios, el corazón de Jacob su padre quedó muerto. Las ofensas matan el corazón y sólo el perdón lo hará revivir. Ahora hay todo un cambio de escena. Los culpables perdonados tienen la misión de ir al padre ofendido y no solo decirle que José vive, sino tendrían que explicarle también que ellos fueron los causantes de todos estos años de dolor y amargura en el corazón del anciano padre.

No sabemos cómo fue el encuentro, pero si el de José con ellos fue tan emotivo, debemos imaginarnos cuál sería la reacción de Jacob cuando supo que su hijo amado vivía. Los que recibimos los beneficios de la gracia no podemos hacer otra cosa que darla a conocer. El acto de haber sido perdonado de mis pecados, tiene que conducirme a dar a conocer la noticia salvadora. Jesucristo perdonó mis pecados para me dé prisa y lo comparta con otros. ¿Lo estoy haciendo?

Ven a mí, no te detengas

Génesis 45:9b. Cuando el perdón trae sanidad al corazón pasa del estado de la esclavitud al de la libertad. Aquellos que vinieron como culpables pecadores, ahora han sido comisionados para llevar el “evangelio de la gracia” a los que están hambrientos y a los que viven con heridas por el hijo que una vez salió del hogar, pero de quien más nadie supo. Analicemos lo que hace la gracia divina por medio del perdón.

Veamos el cambio que se dio en los hermanos responsables de haber vendido a su hermano en manos de impíos y pecadores. ¿Y cuál era el mensaje que estos hermanos perdonados ahora deben comunicar? Que sus hermanos lo habían echado de su presencia, pero que ahora José los ha acercado Génesis 45:4.

Que sus hermanos le habían dejado sin consuelo y sin hogar, pero que ahora su hermano José les ha consolado para que vayan a buscar al padre ausente v. 5. Que mientras sus hermanos estuvieron dispuestos a que él muriera de hambre y de sed en el pozo, ahora José le está enviando a su padre lleno de provisiones para el camino v. 21. El mensaje de la gracia es para que el pecador venga a Cristo y no se detenga. El pecador perdonado de ir de prisa para decirle a otro que han encontrado a José.

El perdón que trae sanidad confirma finalmente que todo obra para bien a los que aman a Dios
Para preservación de vida me envió Dios

Génesis 45:5b. José no conocía lo que dice Romanos 8:28, pero ya se había adelantado para aplicarlo con la situación de sus hermanos. Él, como ningún otro amó a Dios, y al final “todas las cosas” ayudaron para bien. Las circunstancias en las que llegó José a Egipto no fueron las mejores; y los tiempos por las que pasó tampoco fueron las mejores. Pero él llegó primero que su padre y sus hermanos. Así, pues, José les dice a sus asustados y entristecidos hermanos que “para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros”.

El que fue menospreciado y vendido, ahora es el salvador de ellos. La manera cómo Dios trabaja siempre será sorprendente para nosotros. Después que las heridas han quedado sanadas, ahora José les revela por qué Dios le llevó a ese lugar. Mientras pasamos el proceso de la decepción, del desengaño y hasta de rabia por las ofensas hechas, no queremos otra cosa sino el ver cómo la otra persona “paga” por lo que me hizo. Pero todo creyente debiera recordar que las cosas que nos pasan sucederán con un propósito, aún aquellas como la de esta sorprendente historia. Tenemos que aprender a perdonar para que veamos al final cuál ha sido el plan de Dios.

No me enviasteis acá vosotros, sino Dios

Génesis 45:8. Estas palabras parecieran cerrar esta historia de “amor y odio”, para ponerle algún título. Si bien es cierto que José encaró con dureza a sus hermanos, valiéndose de su poder (Gn. 42-44) para condenar aquellos caracteres de hombres que necesitan “amar misericordia”, la forma cómo deja ver que detrás de todo lo que le pasó estaba Dios, es sorprendente. Y no era un cuento inventado.

Los hermanos de José comprobaron con sus propios ojos que José había sido puesto allí “por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto”. Su investidura de monarca ratificaba que José era “señor de todo Egipto” v. 9. ¿Puede imaginarse cómo la gracia de Dios trabaja en la vida de un cristiano? Dios envió a José a Egipto, no sus hermanos.

No deje que el “sol se ponga sobre vuestro enojo” contra algún hermano para que como José que un resultado final de la “sanidad que trae el perdón”, es contemplar que Dios usa todo para bien de los que le aman. Vaya pronto, busque al hermano ofensor, y deje el resto en manos de su Dios.

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