Filipenses 2: 3 – 4 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Este pasaje nos habla desde el versículo 1 de forma contundente de la forma en la que hemos de ejercer el servicio sea cualquiera que estemos realizando en la iglesia, pero en realidad habla de todos los ámbitos de nuestra vida, de hecho en el capitulo anterior, Pablo que nos comportemos como es digno del evangelio de Cristo. El evangelio que nos ha transformado y nos sigue cambiando para ser luz a este mundo mas allá de las cuatro paredes de nuestra iglesia local.
La exhortación es a tener un mismo sentir, un mismo amor, lo que implica buscar armonía con quienes nos rodean y huir de la contienda. Esto significa esforzarse proactivamente en ello. Perdonar, comprender, respetar. Muchas veces éstas no son cosas que nos salen per sé, hay que buscarlas intencionalmente cuando el cuerpo nos pide otra cosa (a buen entendedor…)
Luego hay un llamado a no creernos superiores. No sería tanto pensar menos “de” nosotros, sino de pensar menos “en” nosotros mismos y a poner a otros primero, a valorar y apreciar con cariño sus opiniones y necesidades. ¿Cómo? con pequeños gestos como escuchar con interés, reconocer el valor de las ideas de nuestros prójimos aunque no las compartamos en lugar intentar destacar.
Precisamente Pablo apunta a que nuestras acciones no deberían estar motivadas por la búsqueda de reconocimiento o por la ambición personal (a veces camuflada dentro del servicio voluntario), sino por el bien común. Esto significa tener la disposición de a ayudar a otros, incluso cuando no hay contrapartidas de ningún tipo o apartar el deseo de ser el centro de atención para centrarnos en las necesidades de los demás.
En resumen, Filipenses 2:1 – 4 es una invitación y una exhortación cariñosa a vivir en amor, unidad, y humildad. Principios que nos llevan a vivir como Jesús, quien no buscó su propio interés, sino que se entregó por todos. El resultado es doble. Vidas impactadas, conmovidas y abonadas para recibir como buena tierra la semilla del evangelio, y por otro lado nuestras propias vidas edificadas, alimentadas, transformadas y cada día más semejantes a la vida de nuestro Señor Jesucristo quien es nuestro ideal de servicio.
Juan Antonio R.