PERDONAR TODAS LAS DEUDAS

Cuando Jesús habla del perdón, a menudo utiliza la imagen de perdonar una deuda. Esta imagen nos ayuda a perdonar. En efecto, cuando alguien me ha hecho daño, considero que tiene una deuda conmigo, y creo que tengo derecho a reclamar una compensación por lo que me ha hecho e incluso hacerle pasar lo mismo. Pero pensar en esto no resuelve nada y solo alimenta mi amargura. Es cierto que también anhelo legítima justicia. Pero, ¿debo tomar la justicia por mis propias manos? ¡No! Eso llevaría a otras fuentes de resentimiento. Eso no es la solución.

El Señor Jesús nos invita a encomendar nuestra causa a Dios y a dejar que él restaure la justicia. Esta oración no implica ninguna tardanza ni excepción: “Perdónanos nuestras deudas –todas nuestras deudas–, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Jesús mismo “encomendaba la causa al que juzga justamente”. No perdonar significaría guardar en nuestro haber las numerosas “facturas” por los agravios que hemos sufrido, según nuestra opinión. Es mucho más reconfortante y justo encomendar todo al Señor.

Liberarse de este peso, perdonar las ofensas, también significa hacer la paz y reconciliarse con el prójimo. A esto quiere llevarnos el Señor Jesús, y es un camino de libertad.

“Si perdonáis  a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial” (Mateo 6:14).

Jacqueline G.

28 de junio 2025