La predicación titulada «¿Y vosotros quién decís que soy Yo?» se centra en la pregunta crucial que Jesús hace a sus discípulos en Mateo 16:13-25. El predicador explora el significado profundo de esta pregunta, analizando por qué Jesús ordenó a sus discípulos no revelar su identidad como el Mesías y cómo esta revelación contrasta con las expectativas políticas y religiosas de la época. A través de un análisis del contexto histórico y teológico, se destaca la verdadera naturaleza de Jesús como el Cordero de Dios, en contraposición a la imagen de un Mesías político que muchos esperaban.
- Jesús pregunta a sus discípulos quién dice la gente que Él es y luego les interroga directamente: «¿Y vosotros quién decís que soy Yo?», resaltando la importancia de una respuesta personal y comprometida.
- Pedro confiesa que Jesús es «el Cristo, el Hijo del Dios viviente», una revelación divina que marca la fundación de la iglesia, pero Jesús les prohíbe divulgar su identidad mesiánica.
- El predicador explica que Jesús rechazó ser identificado como un Mesías político debido al contexto de frustración y rebelión en Israel bajo el dominio romano, evitando así malentendidos sobre su misión.
- Jesús reprende a Pedro llamándole «Satanás» cuando este intenta disuadirlo de su camino de sufrimiento, mostrando que el plan de Dios no se alinea con las ambiciones humanas de poder.
- La verdadera identidad de Jesús es como el «Cordero de Dios», un símbolo de sacrificio y redención, en contraste con la imagen de un león o un gobernante terrenal.
- En el Apocalipsis, Jesús es glorificado como el Cordero que venció la muerte, no como un líder político, y su regreso será en esta misma identidad sacrificial y redentora.
- La predicación concluye con una invitación a reflexionar sobre nuestra propia respuesta a la pregunta de Jesús, especialmente al participar en la Santa Cena, reconociéndolo como el Cordero que nos rescata del pecado.
La predicación desafía a los creyentes a responder con sinceridad la pregunta de Jesús, no desde expectativas humanas de poder o triunfo, sino desde la revelación divina de su identidad como el Cordero sacrificado y resucitado. Al participar en la Santa Cena, se nos llama a recordar y proclamar que Jesús es el Salvador que venció el pecado y la muerte, y cuyo reino trasciende las divisiones humanas, ofreciendo paz y reconciliación eterna.