En la predicación titulada «Stop: Es hora de evitar otro accidente», el predicador Iván García aborda la necesidad de detenernos espiritualmente para reflexionar sobre nuestra relación con Dios y evitar «accidentes» en nuestra vida cristiana. A través de ejemplos personales y bíblicos, enfatiza la importancia de examinar nuestro corazón, corregir actitudes hipócritas y depender del Espíritu Santo para vivir una fe auténtica.
- Identificar accidentes evitables: Algunos errores espirituales, como la hipocresía o el juicio hacia otros, pueden evitarse si nos detenemos a reflexionar.
- El peligro de la religión sin corazón: Critica la imagen negativa que muchos cristianos proyectan, como el caso de Richard Dawkins, quien rechazó a Dios debido a la falta de amor genuino en quienes se llamaban creyentes.
- Examina tu propio corazón: Invita a dejar de señalar los errores ajenos y enfocarse en la autoevaluación, citando versículos como Salmo 139:23-24.
- La importancia del perdón: Reflexiona sobre la oración del Padre Nuestro, cuestionando si realmente perdonamos a otros como deseamos que Dios nos perdone.
- El rol del Espíritu Santo: Destaca la necesidad de escuchar al Espíritu para guiarnos, en lugar de actuar por rutina o emocionalismo religioso.
- Reconstruir el templo interior: Usando el libro de Ageo, compara la reconstrucción del templo con la necesidad de priorizar nuestra relación con Dios sobre las actividades externas.
- Vivir una fe auténtica en el hogar: Advierte sobre el peligro de ser «héroes en la iglesia y villanos en casa», enfatizando que el carácter verdadero se revela en lo privado.
- Parar para avanzar: Propone tomar la Santa Cena como símbolo de renovación, recordando que sin dependencia de Cristo, no podemos dar fruto (Juan 15:5).
La predicación concluye con un llamado urgente a detenernos, no como un acto pasivo, sino como un paso necesario para realinear nuestra vida con Dios. Iván García insiste en que solo cuando paramos y permitimos que el Espíritu Santo nos examine y guíe, podemos evitar «accidentes» espirituales y vivir una fe que impacte genuinamente al mundo. La invitación final es a buscar ese «tesoro escondido» —una relación profunda con Dios— y no conformarnos solo con aparentar religiosidad.