El predicador comienza reflexionando sobre la importancia de enfocarse en las personas que están perdidas, reconociendo que a veces los cristianos viven vidas desequilibradas, centradas en sí mismos y no en impactar a otros. Utiliza el pasaje de Mateo 5:13-16, donde Jesús llama a sus seguidores a ser «la sal de la tierra» y «la luz del mundo», para desafiar a la congregación a vivir su fe de manera activa y transformadora en un mundo lleno de oscuridad y corrupción.
- Identidad en Cristo: Jesús declara que los creyentes son «sal» y «luz», lo que implica una identidad y misión clara: influir positivamente y alumbrar en medio de un mundo moralmente corrupto y espiritualmente oscuro.
- Urgencia de la misión: El mundo sin Cristo está en tinieblas y bajo corrupción. Si los cristianos no cumplen su rol, las personas alrededor sufren las consecuencias eternas de no conocer el Evangelio.
- Consecuencias de no actuar: La sal que pierde su sabor y la luz escondida son inútiles. De igual manera, una iglesia o creyente que no impacta su entorno pierde su propósito.
- Ser sal: Significa vivir conforme a las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12), mostrando humildad, misericordia, pureza de corazón y disposición a sufrir por Cristo. Las buenas obras y una vida coherente son clave para «salar» el entorno.
- Ser luz: Implica no solo hacer buenas obras, sino también explicar el mensaje del Evangelio. La luz debe alumbrar para que otros glorifiquen a Dios, no al creyente.
- Ejemplo práctico: Se comparte el testimonio de jóvenes que ayudaron a unos ancianos, lo que abrió puertas para compartir el Evangelio y atraer a nuevas familias a la iglesia.
- Compromiso personal: El predicador desafía a orar por personas específicas, buscar oportunidades para servir y hablar de Cristo, y no «tirar la toalla» ante la indiferencia o rechazo.
La predicación concluye con un llamado a la acción: arrepentirse de la indiferencia, comprometerse a orar por los no creyentes y actuar con valentía para ser sal y luz en el mundo. Se enfatiza que, aunque la salvación es obra de Dios, los creyentes tienen la responsabilidad de reflejar a Cristo y compartir su mensaje. La oración final pide a Dios que use a su iglesia para rescatar a quienes están perdidos, recordando su propia transformación por la gracia.