En esta predicación, el orador introduce un nuevo ciclo de enseñanza en la iglesia, centrándose en definir la identidad y el propósito de la comunidad. Utilizando como base el pasaje de Mateo 28:18-20, explica que la misión de la iglesia se puede entender respondiendo a tres preguntas fundamentales sobre este texto. El mensaje es una llamada a la acción, recordando a los creyentes su propósito central y animándoles a aplicarlo tanto de manera colectiva como individual.
- La autoridad del que envía: Jesús, quien tiene toda potestad en el cielo y en la tierra, es quien envía a sus discípulos. Esta verdad debe infundir confianza y eliminar el miedo o la vergüenza al compartir el mensaje, ya que se actúa con la autoridad del Rey de reyes.
- El propósito de la misión: La misión encomendada consiste en cuatro acciones clave: «Ir» de manera proactiva hacia las personas, «Hacer discípulos» acompañándolos en su crecimiento, «Bautizarlos» como señal pública de su fe y compromiso, y «Enseñarles» a obedecer todo lo que Jesús mandó para que crezcan en madurez espiritual.
- La promesa del compañerismo: Jesús no envía a sus seguidores a una tarea difícil en soledad. Su promesa de estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo es el sustento y la garantía de que Él acompaña, fortalece y empuja en cada paso de la misión.
- La aplicación práctica: El predicador hace un llamado concreto a la iglesia para salir de su «burbuja», priorizando la interacción intencional con no creyentes en el vecindario, el trabajo y la vida diaria. Anuncia formación evangelística y una renovada intención de utilizar el bautisterio, confiando en que Dios traerá nuevas personas para discipular.
La predicación concluye con una oración colectiva, pidiendo a Dios valentía, palabras adecuadas y una pasión renovada por las almas. Se enfatiza que el cumplimiento de esta misión no depende de la capacidad propia, sino de la autoridad de Cristo y de Su fiel compañía. El mensaje final es un llamado a poner la misión de glorificar a Dios anunciando a Cristo en el centro de la vida personal y de la iglesia.