La alegría de estar en la presencia de Dios

La predicación se centra en el Salmo 122, utilizando la analogía de la alegría anticipada de un niño que va a un parque de atracciones para ilustrar la emoción que deberíamos sentir al reunirnos en la casa de Dios. El predicador contrasta la experiencia de los peregrinos bíblicos que viajaban a Jerusalén con la realidad actual de los creyentes, para quien la presencia de Dios se manifiesta de manera especial cuando la iglesia se reúne. El mensaje es una exhortación a redescubrir el gozo, la unidad y la paz que se encuentran en la presencia de Dios junto a su pueblo.

  • La Alegría de estar en la Presencia de Dios: El salmista expresa una alegría inmensa («Yo me alegré») por poder ir a la casa de Dios. Así como un viaje para ver a un ser querido en persona es incomparablemente mejor que una videollamada, encontrarse con Dios en comunidad es una experiencia única y gozosa que supera con creces ver un culto online. Esta debe ser nuestra principal motivación para congregarnos: el anhelo de un encuentro personal con Dios.
  • La Unidad del Pueblo de Dios: Jerusalén es descrita como una ciudad «bien unida», una imagen de solidez y armonía. La iglesia, como el pueblo de Dios reunido, refleja esta unidad. Está compuesta por personas de diferentes culturas, edades y trasfondos (como las 17 nacionalidades mencionadas), pero todas están unidas con un mismo propósito: alabar al Señor juntas. Cada creyente es una piedra fundamental en este «muro»; nadie sobra y, de hecho, faltan piedras por añadir.
  • La Paz que debemos Buscar y Orar: El salmo nos llama a «pedir por la paz de Jerusalén». Esto trasciende la oración por la paz geopolítica en Medio Oriente; es un llamado a orar por la paz integral: en nuestros corazones, familias, iglesia local, nación y por la iglesia perseguida global. La verdadera paz, que sobrepasa todo entendimiento, solo viene de Dios y nos convierte en embajadores de esa paz en un mundo lleno de conflicto y división.
  • La Esperanza de la Jerusalén Celestial: Toda esta alegría, unidad y paz apuntan a una realidad futura y perfecta: la Jerusalén celestial. Allí, nuestra alegría será plena y nuestra unidad perfecta con creyentes de toda tribu y nación. El camino para llegar allí no es un viaje físico, sino a través de Jesucristo, quien es el único mediador y el camino para tener esta esperanza segura.

En conclusión, el Salmo 122 nos invita a evaluar nuestra actitud hacia la iglesia. No debería ser un mero compromiso en la agenda, sino un privilegio gozoso. Se nos exhorta a vivir la alegría de encontrarnos con Dios, a valorar y fomentar la unidad de su pueblo diverso y a ser agentes de la paz de Dios en medio de un mundo quebrado. Todo esto es posible gracias a la obra de Cristo y es un anticipo de la alegría perfecta que experimentaremos en la eternidad.