El Dios que te cuida en cada paso que das

El predicador Estarlin Almarante introduce el Salmo 121 como un «salmo del viajero», contextualizándolo para la audiencia. Compara los viajes y desplazamientos masivos del verano en España, con sus inherentes riesgos y accidentes, con las peregrinaciones que el pueblo de Israel realizaba tres veces al año a Jerusalén. Aquellos viajes, llenos de peligros como el terreno montañoso, el clima y los ladrones, se hacían cantando los «cánticos graduales» (Salmos 120-134). A partir de este salmo, el predicador propone meditar en tres grandes realidades que Dios muestra sobre su relación con nosotros.

  • Dios te ayuda (v. 1-2): El predicador explica que alzar los ojos a los montes podía simbolizar buscar ayuda en la fortaleza de la naturaleza o en los dioses paganos que allí se adoraban. Sin embargo, la respuesta del salmista es clara: la verdadera ayuda no viene de esas cosas, sino de Jehová, el creador del cielo y la tierra. Se nos interpela a reflexionar sobre dónde buscamos ayuda en nuestras dificultades, advirtiendo contra la autosuficiencia y confiar solo en nuestras fuerzas o experiencia, ya que nunca estamos exentos de peligro.
  • Dios te protege (v. 3-6): En estos versículos se identifican cuatro peligros de los cuales Dios nos protege. Primero, de los peligros físicos (v. 3a), como enfermedades o accidentes, pues Él cuida nuestro cuerpo y cada paso. Segundo, de los peligros invisibles (v. 3b-4), como la ansiedad y las preocupaciones que nos quitan el sueño; Dios es quien vela por nosotros para que nosotros podamos descansar. Tercero, de la soledad (v. 5), pues Él es como una sombra que está siempre a nuestro lado, aun cuando no lo percibimos. Cuarto, de todas las necesidades (v. 6), representadas por el sol y la luna, tal como Dios protegió a Israel en el desierto, prometiendo suplir lo que nos falta en un mundo lleno de inseguridades.
  • Dios te guardará para siempre (v. 7-8): El predicador aclara que esto no promete una vida libre de problemas (rechazando el «evangelio de la prosperidad»), sino la seguridad de que Dios guardará nuestra alma para siempre. Aunque el cuerpo pueda sufrir, nuestra alma está segura en Sus manos. La promesa de que Dios guardará nuestra salida y entrada «desde ahora y para siempre» significa que Su cuidado y guía son eternos y nos acompañan todos los días de nuestra vida.

En conclusión, el Salmo 121 revela a un Dios que ayuda, protege y guarda eternamente. Si bien su cuidado se extiende a todos de manera general (haciendo salir el sol sobre justos e injustos), el predicador enfatiza que estas promesas se reciben de manera plena y especial al poner nuestra confianza en Jesús. Nuestra vida es un viaje, y se nos invita a decidir recorrerlo en compañía del Creador del cielo y la tierra, confiando en Su poder para perdonar, guiar y salvar. Esta verdad se celebra y hace tangible en la Santa Cena, donde recordamos el amor incondicional y el cuidado constante de Dios a través de Cristo.