Dios o las personas

En esta predicación titulada «Dios o las personas», el predicador Estarlin Almarante explora el tema de la confianza, basándose en el pasaje de Jeremías 17:5-8. A través de este texto, se contrastan dos decisiones fundamentales: confiar en Dios o confiar en las personas. El mensaje central es que la confianza en los seres humanos o en uno mismo lleva a una vida vacía y sin fruto, mientras que la confianza en Dios resulta en una vida bendecida, llena de provisión, protección y productividad. La predicación invita a reflexionar sobre en quién depositamos nuestra confianza y cómo esto afecta nuestra vida espiritual y cotidiana.

  • La confianza en las personas o en uno mismo lleva a la maldición, descrita como una vida seca y sin fruto, similar a un árbol raquítico en el desierto (Jeremías 17:5-6).
  • El problema no es confiar en otros, sino dejar de confiar en Dios y poner nuestra esperanza en algo o alguien más que Él.
  • El pueblo de Judá es un ejemplo de cómo abandonar a Dios para confiar en alianzas humanas resultó en desastre y exilio.
  • En los tiempos de abundancia, somos más propensos a alejarnos de Dios, pensando que no lo necesitamos, lo cual es un error peligroso.
  • La confianza en Dios trae bendición, descrita como un árbol plantado junto a las aguas, que tiene provisión, protección y siempre da fruto, incluso en tiempos de sequía (Jeremías 17:7-8).
  • Dios provee, protege y hace que nuestras vidas sean fructíferas, incluso en medio de las crisis y dificultades.
  • La vida bendecida no depende de las circunstancias externas, sino de la confianza en Dios, quien cumple sus promesas.
  • Jesucristo es la solución para nuestra tendencia natural a confiar en las personas o en nosotros mismos. Él se hizo maldición por nosotros para que pudiéramos ser bendecidos en Él.
  • La invitación final es a dejar de confiar en las personas, el dinero o las circunstancias, y venir a Jesucristo para encontrar una vida plena y fructífera.

En conclusión, la predicación nos confronta con una elección crucial: ¿en quién depositamos nuestra confianza? Confiar en las personas o en nosotros mismos nos lleva a una vida vacía y sin esperanza, mientras que confiar en Dios nos asegura una vida bendecida, llena de provisión, protección y fruto. La invitación es clara: dejar atrás nuestra confianza en lo temporal y venir a Jesucristo, quien es la fuente de vida abundante y eterna. Solo en Él encontramos el reposo y la plenitud que nuestras almas anhelan.