La predicación introduce el libro de Jonás como un espejo de nuestra actitud hacia la misión que Dios nos encomienda. Al igual que el profeta, a menudo preferimos la comodidad y la seguridad de nuestro entorno antes que obedecer el llamado de Dios, especialmente cuando nos envía a lugares o personas difíciles. Sin embargo, el mensaje central es que Dios no se rinde con nosotros. A pesar de nuestra desobediencia, Él nos persigue con su amor, nos busca incansablemente y nos transforma para que pasemos de ser huidores a ser cumplidores de su voluntad.
- El Dios que llama: Dios llama a Jonás a una misión específica: ir a Nínive, una ciudad enemiga y pecadora, para anunciar un mensaje de juicio y arrepentimiento. Este llamado representa la misión que Dios nos da a nosotros: salir de nuestra zona de confort y llevar el mensaje del evangelio, incluso a aquellos que consideramos difíciles o indignos.
- El ser humano que huye: Jonás, en lugar de obedecer, huye en dirección opuesta a Tarsis. Su huida, marcada por un «descenso» físico y espiritual, ilustra cómo nuestra desobediencia a Dios nos lleva a un declive progresivo en nuestra vida. Huimos porque, en el fondo, podemos creer que la misericordia de Dios es limitada y no debe extenderse a ciertas personas.
- El Dios que busca: Dios no se queda de brazos cruzados. Envía una gran tormenta que sacude el barco en el que huye Jonás. Esta tormenta, aunque es consecuencia de la desobediencia, es también una muestra de la misericordia de Dios, ya que busca sacudir y despertar a Jonás (y a la iglesia, que a menudo «duerme» mientras el mundo perece) para que cumpla su propósito.
- El Dios que alcanza: A pesar de que Jonás prefiere ser lanzado al mar antes que arrepentirse, Dios lo rescata providencialmente mediante un gran pez. Esta acción demuestra que la misericordia y la gracia de Dios no tienen límites; Él nos alcanza incluso en nuestro pecado más profundo. Además, soberanamente utiliza la desobediencia de Jonás para salvar a los marineros paganos, mostrando que su amor persigue a todos.
La historia de Jonás es, en realidad, nuestra propia historia. Todos, en algún momento, hemos huido de Dios o de la misión que nos ha encomendado. Pero la conclusión esperanzadora es que Dios es un Dios que no se rinde. Él nos persigue con su amor, nos alcanza en nuestra rebelión y nos transforma. La pregunta final es: ¿quién eres tú en esta historia? ¿Eres Jonás, huyendo? ¿Eres los marineros, buscando respuestas en dioses falsos? O, habiendo sido alcanzado por su gracia, ¿estás dispuesto a despertar y a participar en la misión de Dios para que otros también puedan ser alcanzados por su amor?
