Conocerse a uno mismo

En la predicación titulada «Conocerse a uno mismo», el predicador explora la importancia de entender nuestra identidad a través de la perspectiva bíblica. Basándose en 1 Juan 3:1-2, se enfatiza que nuestra verdadera identidad no se encuentra en nuestras percepciones cambiantes de nosotros mismos, sino en cómo Dios nos ve. A lo largo de la predicación, se destacan cuatro aspectos clave que definen quiénes somos como creyentes y cómo esto impacta nuestra vida diaria.

  • Somos amados por Dios: El amor de Dios es incondicional y transformador. No depende de nuestros méritos o fallos, sino que es un regalo que nos define como personas dignas de ser amadas. Este amor nos llama a amar a los demás de la misma manera, incluso cuando nos fallan.
  • Somos hijos de Dios: Al aceptar a Jesús como Salvador, pasamos de ser simplemente creación de Dios a ser Sus hijos. Esto nos otorga una identidad única y una responsabilidad de representar a Cristo en el mundo, viviendo de acuerdo con Su voluntad.
  • Somos incomprendidos por el mundo: Como hijos de Dios, enfrentaremos rechazo y incomprensión por parte de quienes no conocen a Dios. Sin embargo, esto no debe desanimarnos, ya que nuestra identidad y seguridad están en Él, no en la aprobación del mundo.
  • Somos obras en construcción: Ser hijos de Dios no nos hace perfectos, sino que marca el inicio de un proceso de transformación. Dios está trabajando en nosotros para moldearnos y llevarnos a ser semejantes a Jesús, aunque este proceso sea gradual y requiera paciencia.

En conclusión, la predicación nos invita a recordar que nuestra identidad está firmemente arraigada en el amor de Dios, nuestra relación con Él como Sus hijos, y el proceso continuo de transformación que Él realiza en nuestras vidas. Aunque el mundo no siempre nos entienda, podemos estar seguros de que Dios nos conoce profundamente y está obrando en nosotros para llevarnos a ser más como Jesús. Esta verdad nos da esperanza y propósito en nuestro caminar diario.