La predicación titulada «Adviento: Preparándonos para recibir a Dios», basada en Isaías 40:3-5, explora el significado del Adviento como un tiempo de preparación espiritual. El predicador, Estarlin Almarante, comienza comparando esta preparación con la que haríamos ante la visita de alguien muy importante, enfatizando que se trata de una disposición interior del corazón porque «Dios viene». A lo largo del mensaje, se desarrollan tres realidades centrales extraídas del pasaje bíblico, que guían la reflexión sobre cómo recibir y vivir la venida de Dios.
- Dios viene (versículo 3): La primera realidad es que Dios toma la iniciativa de acercarse a nosotros. La imagen de preparar el camino en el desierto, como se hacía para la llegada de un rey, se aplica a la necesidad de preparar nuestro corazón. Esto implica un autoexamen mediante preguntas clave: identificar obstáculos que impiden que Dios entre o gobierne plenamente en nuestra vida, reconocer «huecos» como heridas o relaciones rotas que necesitan sanidad, y detectar «senderos torcidos» o áreas de desorden y pecado que requieren arrepentimiento.
- Dios actúa (versículo 4): Cuando permitimos que Dios entre en nuestra vida, Él no la deja igual, sino que la transforma con un poder que solo Él tiene. El pasaje usa un lenguaje poético para describir esta obra divina: alzar los valles (exaltar lo humillado), bajar montes y collados (humillar lo enaltecido), enderezar lo torcido (corregir desviaciones) y allanar lo áspero (suavizar y pulir el carácter). Esta transformación progresiva nos conforma a la imagen de Cristo.
- Dios se revela (versículo 5): El resultado final de que Dios entre y actúe es que Su gloria se manifiesta y se hace visible a través de la vida transformada del creyente. Así como el ciego de nacimiento (Juan 9) fue sanado para mostrar la obra de Dios, nuestras vidas cambiadas deben ser un testimonio que lleve a otros a ver la gloria de Dios y a buscarle. La transformación personal no es un fin en sí misma, sino un medio para que el mundo conozca a Dios.
En conclusión, el predicador destaca que el Adviento es un llamado urgente a la preparación personal y a la proclamación. Así como Juan el Bautista fue la voz que clamaba en el desierto, todos los creyentes están llamados a ser esa voz hoy, anunciando que Dios viene pronto e invitando a otros a prepararse. El mensaje final es una exhortación a usar este tiempo para hacer un examen sincero, quitar todo lo que estorba, permitir que Dios nos transforme por completo y, así, vivir como testimonios visibles de Su gloria para el mundo.
