La llegada de los smartphones no sólo ha transformado la tecnología, sino también la sociedad. Al estar presentes todo el tiempo en nuestra vida diaria han cambiado la forma de las relaciones laborales y sociales de las personas.
Todo el mundo, o casi todo el mundo, tiene un smartphone; hasta los más pequeños, es decir, los niños. Estos dispositivos tienen sus puntos fuertes, ya que nos ayudan a estar conectados con amigos, familia, trabajo, en todo momento; además, nos sirve de aprendizaje y entretenimiento. Sin embargo, su uso excesivo puede llegar a ocasionar ansiedad, baja autoestima y adicción.
Los adultos tenemos que dar ejemplo a los niños en cuanto al uso responsable del teléfono móvil; ¡cuánto más los cristianos! Debemos tener en cuenta que el ser humano es un ser sociable por naturaleza, y esto lo podemos ver en la Biblia con muchos ejemplos, siendo el principal de ellos la figura de Jesús.
Jesús, en su vida que reflejan los Evangelios, vivió y se rodeó de personas: “Y designó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:14). “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas” (Lucas 22:28). “Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Juan 15:27). “Cuando estaba con vosotros cada día en el templo, no me echasteis mano…” (Lucas 22:53).
No tenemos que dejar que el móvil nos aísle del mundo que nos rodea, porque también nos aislará de Jesús. La tecnología es buena en su justa medida, pero no debe nunca sustituir una relación sincera con Dios, la cual se fomenta en la oración y lectura de la Biblia.
Creo que tenemos que ser un poco más conscientes del tiempo que permanecemos “conectados” al móvil y “desconectados” de Dios.
Celia N.