“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1)
¿Por qué algunos árboles, aquellos que no son de hoja perenne, adoptan colores amarillos, marrones, rojos y anaranjados resplandecientes en otoño? Durante el verano, las plantas son verdes porque la clorofila, un pigmento de ese color que poseen las hojas, absorbe la luz en longitudes de onda azul y roja que emite el sol, reflejando la luz verde, lo que da a las plantas su característica coloración.
Como la clorofila es una sustancia inestable y los rayos del sol hacen que se descomponga rápidamente, las plantas deben sintetizarla y regenerarla continuamente. Sin embargo, los días más cortos y las noches más frescas del otoño interfieren en ese proceso. La menor disponibilidad de luz solar y la disminución de las temperaturas hace que la síntesis de clorofila disminuya hasta desaparecer, y por tanto también el color verde de las hojas. Algunos árboles se visten de amarillo intenso por esa causa. En otros casos, la acción de azúcares que quedan atrapados en las hojas y que reaccionan con otras sustancias químicas, generan pigmentos rojos que hacen que se vuelvan marrones, anaranjadas o rojo brillante, en este proceso.
Pero ¿Por qué existe el color? Los colores en la naturaleza tienen múltiples funciones que son cruciales para la supervivencia y reproducción de las especies. La percepción de los colores en los seres humanos se basa en la capacidad para interpretar las longitudes de onda de la luz. Los humanos podemos diferenciar hasta 10 millones diferentes de colores gracias a la estructura de nuestros ojos, órganos extraordinarios, que permiten descomponer la luz en una variedad casi infinita de colores enviándolos al cerebro que se encarga de procesar la información visual.
Si la generación de la clorofila, que además, interviene en el proceso de la fotosíntesis, vital para la existencia de la vida en nuestro planeta nos parece extraordinaria, no lo es menos la complejidad estructural de nuestros ojos y la conexión con el cerebro para captar toda esa paleta indescriptible de colores. Baste comparar lo que supuso para los que ya tenemos cierta edad, pasar de ver el cine o la televisión en blanco y negro a hacerlo, como hoy, en alta definición y con una amplísima gama de colores y contraste.
Creo firmemente que la bondad de Dios, “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45) al dotar a toda la especie humana sin distinción de esta y otras capacidades extraordinarias, puede llevarnos a decir junto al salmista: “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmo 145:9).
Él dotó de colores a nuestro mundo, nuestro planeta, al que por cierto, se le conoce como “el planeta azul”, para que todos disfrutemos de él como lo haría un niño. El Señor es así, ya lo sabes, y su gloria brilla a través de su creación.
Pedro A.
12 de octubre 2025