Cristianismo

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:24-25) Las personas con más fortaleza de carácter son aquéllas que han desarrollado unos lazos fuertes con las personas de su alrededor: familia y amigos. Muchos conocemos a cristianos que han dejado de acudir a la iglesia y de tener relación con los hermanos. La excusa que suelen dar es que no necesitan congregarse con los hermanos en la iglesia para seguir creyendo y manteniendo una relación personal con Dios. Se están engañando. O nos estamos engañando.

“Cogí todo aquello que creí que era mío, eché fuera lo que sabía que estaba bien. Estaba vacío, solo, demasiado avergonzado como para arrastrarme de vuelta a casa. Madre mía, mis lágrimas caían como lluvia, cuando escuché a mi Padre decirme: Siempre te voy a querer, eres mi niño, no importa lo que hagas. Bienvenido a tu hogar. Para tus errores hay gracia y misericordia. Siempre.

Algo que tiene en particular el cristianismo es su relación entre la Palabra de Dios y la vida. Pensemos, por ejemplo, en el relato de la creación de Génesis 1, en el que la realidad viva del mundo va naciendo de la Palabra de Dios. Él dice, y es hecho (Génesis 1:24). Un mensaje muy diferente del poema babilónico “Enuma Elish”, con el que claramente polemiza, y en el que el dios Marduk crea el mundo desmembrando el cadáver de otra diosa, Tiamat, a la que ha vencido.

El año que viene, si El Señor lo permite, celebraremos el 500 aniversario de la Reforma Protestante del siglo XVI Hoy también quiero hacer una breve semblanza de uno de nuestros mas ilustres protestantes. Cuando abrimos nuestras Biblias para disfrutar y conocer la Palabra de El Señor, son muy pocos los que se han detenido a leer una pequeña inscripción anterior al índice o lista de libros, que componen la escritura divinamente inspirada. La frase dice: “Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569) revisada por Cipriano de Valera (1602) Nos referimos, naturalmente, a la Biblia en español que usamos los evangélicos, en general, en todo el mundo.

Hay personas que hablan sin cesar, no importa qué, el caso es hablar y hablar. Hay otras, sin embargo, que son parcas a la hora de expresarse. Tanto las unas como las otras, pueden edificar o destruir cuando hablan. Proverbios nos dice, que las palabras pronunciadas por algunas personas, son como golpes de espada, son hirientes llegando a rozar la calumnia y la difamación. Golpes de espada dice este versículo y lógicamente eso produce heridas profundas que tardan tiempo en cicatrizar. Sin embargo, la segunda parte de éste versículo expresa lo contrario. Este versículo nos muestra la realidad de la vida, personas que hablan y en su hablar, unas edifican, palabras sanadoras y otras destruyen, palabras que hieren.