Caracter

Dormí y soñé que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría” (Rabindranath Tagore, poeta bengalí) Hoy es el primer día del año, y ya tenemos un empacho por la comida de las fiestas y... ¡una flamante nueva lista de propósitos! Más llena que la del año 2016, pero mucho más vacía de lo que estará la del 2018. ¿Qué se le va a hacer? Nos gustan los retos.

La mayoría de las personas solemos quejarnos de todo lo que nos acontece y no nos gusta. Ya, el pueblo de Israel lo hizo cuando acababan de ser liberados de la esclavitud que sufrían en Egipto y tenían que haberse mostrado agradecidos porque Dios los libró por medio de su siervo Moisés. Sin embargo, los israelitas murmuraban contra Moisés y su hermano Aarón añorando los tiempos de la esclavitud. Pero en lugar de ello empezaron a quejarse a Moisés y a Aarón: “…y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por la mano de Jehová en la tierra de Egipto…,” Éxodo 16:3.

Hay personas que hablan sin cesar, no importa qué, el caso es hablar y hablar. Hay otras, sin embargo, que son parcas a la hora de expresarse. Tanto las unas como las otras, pueden edificar o destruir cuando hablan. Proverbios nos dice, que las palabras pronunciadas por algunas personas, son como golpes de espada, son hirientes llegando a rozar la calumnia y la difamación. Golpes de espada dice este versículo y lógicamente eso produce heridas profundas que tardan tiempo en cicatrizar. Sin embargo, la segunda parte de éste versículo expresa lo contrario. Este versículo nos muestra la realidad de la vida, personas que hablan y en su hablar, unas edifican, palabras sanadoras y otras destruyen, palabras que hieren.

Conocer a Jesús es la mayor y mejor experiencia que cualquier ser humano pueda tener. Más allá de su lugar de nacimiento, logros académicos o laborales, más allá de su felicidad matrimonial o familiar, más allá de su dinero o cosas materiales… cada día que pasa tengo menos dudas que nada puede hacer sombra a la bendición de saberse perdonado por la Gracia de Dios.