Leemos en el libro de Job, capítulo 7 y versículo 6: “Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza”.
¿Puede ser que nos movamos aunque estemos aparentemente quietos? Si hacemos caso a los siguientes datos científicos, parece ser que sí.
- La Tierra gira alrededor de su eje a una velocidad aproximada de 1.600 km por hora.
- Nuestro planeta gira alrededor del Sol a más de 100.000 km por hora.
- Nuestro sistema solar gira alrededor del centro de nuestra galaxia a unos 780.000 km por hora.
- Nuestra galaxia, la Vía Láctea, rota sobre sí misma a una velocidad de 756.000 km por hora y se mueve por el espacio a más de 2.100.000 km por hora.
Cuando estamos plácidamente sentados leyendo un libro en un parque o tumbados en una hamaca en la playa, tendemos a pensar que el tiempo y cualquier movimiento se han detenido bajo los cálidos rayos del sol de verano. Sin embargo, estos datos nos muestran que no es así.
Casi todos coincidiremos en que, al pensar en el tiempo que ha transcurrido desde nuestra infancia hasta el día de hoy, creemos que el tiempo ha pasado demasiado rápido, a una velocidad que tal vez nos hubiera gustado que fuese más lenta.
El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, capítulo 5, y versículos del 15 al 17, nos recomienda lo siguiente: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”. Dejo a vuestra consideración la calificación que hace el apóstol de aquellos tiempos, porque no creo que nuestros días tengan mucho que envidiar a los de aquella época.
De la misma forma que nos movemos por el espacio a velocidades inimaginables, del mismo modo, nuestra existencia transcurre aceleradamente de aquí a la eternidad. Nuestros días y las oportunidades de vivir para el Señor pasan tan rápidamente que no podemos darnos el lujo de desperdiciar ni un solo momento de nuestra vida.
Moisés, en el Salmo 90, refiriéndose a la eternidad de Dios y la transitoriedad del ser humano, clamó en oración: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Salmo 90:12).
Que esta sea nuestra oración hoy: Señor, ayúdanos a vivir sin pereza, indiferencia, desesperación o frivolidad, malgastando nuestro tiempo mientras viajamos a gran velocidad de nuestra morada aquí en la tierra hacia nuestro hogar celestial.
Pedro A.
21 de junio 2025